25 junio 2014

Mi admiración por esta profe.

Escuchar un grupo de niños y niñas cantando en el coro del colegio es algo habitual en los sectores más acomodados. Un coro en el colegio Verbo Divino, Saint Georges, The  Newland, etc. Es inherente a su cultura,  el arte,  la música, el deporte, la danza forman parte importante de su currículo escolar. Pero ver un coro de niños y niñas de poblaciones como Villa Francia, Los Nogales, población Santiago o de San Bernardo,  Cerro Navia, Noviciado o gran Avenida  donde algunos de estos  jóvenes y niños(as) conviven diariamente con la delincuencia, la droga, el alcoholismo, la pobreza, el hambre,  es casi una aventura. Es un desafío que comienza con el asistir,  llegar  ahí,  a  Las Rejas comuna Estación Central. Verlos  cada sábado mientras podrían seguir roncando a pata suelta es el milagro del cariño y el amor por la música y sobre todo por la educación. Antes de comenzar  la profe que prepara un desayuno de cereales, yogurt y pancito con queso y más un té o café caliente, esto es muy importante pues, quizás para varios es una buena motivación, en casa no habrá más que un té y dormir acurrucados junto al hermano, al kiltro para que el hambre no se haga tan patente. Pero al ver su entusiasmo hay un dejo de querer hacer algo más, se traspasa por sus poros de infancia una leve esperanza. Viendo estas clases,  se puede apreciar que el amor y el cariño son vitales para la educación. Son  los 30, 35 o 38 alumnos(as) que habitualmente están en conflictos, desorden y fuera  del aula. Pero aquí siguen las instrucciones de su maestra, tía o mami para algunos,  el respeto se percibe en la atmósfera de ese espacio acogedor donde un mural al fondo de la sala alegra con sus colores  el ambiente y pienso, tan simple, tan mínimo es  el esfuerzo para encantar a estos retoños, un gesto amable, una palabra de cariño, un tu puedes más… Y no solo es el reconocimiento de los estudiantes, también sus papas y mamas agradecen que esta maestra aprecie y valore a sus hijos e hijas: “ gracias señorita le doy por mi hijo, es primera vez que una profesora lo trata con tanto respeto, cariño y cree en el, ojala hubiese tenido yo esa oportunidad, toda la vida hemos sido mirados en menos, gracias profesora en nombre de todos los que ponemos en sus manos a nuestros hijos, ellos se sienten como si aquí fuera su casa.”
Este es el mérito y el impulso de la profesora de música Laura y de sus niños y niñas que ven en este pequeño espacio lo gigante que podría ser un aula, si el amor, la esperanza, la ternura acompañadas con disciplina y metodologías apropiadas a las características de estos jóvenes podría hacer de la educación. Soy un convencido que el arte, la música y deportes son vitales para el desarrollo integral, pero no incluyéndolos como un entretenimiento de menor cuantía en el currículo si no que como fundamental.
Mientras escribo este breve comentario ya se acaba el día, el frío invierno está en su máximo  apogeo  siento el sonido de los mensajes que llegan al celular de la profe, mi compañera,  son sus estudiantes que le dan las buenas noches y ella los atiende como si fueran lo más importante del día