13 diciembre 2015

Algo huele mal en Chile, además del orín y las fecas en las calles.


No soy un purista, sin embargo en mi fuero interno creo que el olor va más allá de los orines y las fecas, esto huele a pudrición. ¿Creerle al Mercurio ? y que este pasquín pueda ser un interlocutor válido a eso llamo un suicidio… será porque con el postmodernismo nos convertimos en “viejos culiaos.”
Mi costumbre y buenos modales, me impiden mear en árboles o rincones de la urbe, aun viéndome en aprietos fisiológicos. Entrar a un mall y ver el letrero $300 para uso de baño, cuando en el bolsillo andas con una luca para el completo y la bebida, única comida del día por caminar en busca de pega. Ah recordar que seguro en el Mercado Central podría haber baños públicos y gratis, oh sorpresa valen $ 300 y recorrer las veredas, leyendo en cada restorán, “baño exclusivo de clientes, no insista”. En fin, en el paseo Ahumada recuerdo que el Sr. Lavin hizo baños al estilo cines o mall postmodernos y encontrar que algunos ya no existen o son aún más caros malhumora a cualquiera. En definitiva, en esta ciudad de jaguares, empresarial y de cultura embazada, no existen baños públicos y gratuitos, entonces o te aguantas como ya estamos acostumbrados o pagas.
Eso podría pasarle a cualquier vecino del barrio, pero que pasará con los botados de la calle, los músicos callejeros, los artista de la esquina, los que tiran el paño para vender su baratijas, los vendedores ambulantes, etc. mejor ni pensar.
Entonces qué hacemos con los cientos de jóvenes de la cultura de malles y consumo, donde el tener es más importante que el ser, donde trabajan para comprar su autito, su pito, su chela, su papelillo y guevear, guevear hasta reventar es un pasatiempo que los aliena fácilmente y no pensar en un futuro, porque éste es incierto o no existe, jóvenes marginados y excluidos que buscan espacios para hacer lo que le heredamos de sociedad nosotros los viejos setenteros y ochenteros incapaces de revertir este modelito.
Y como ya estamos resignados ahora es más fácil poner luces, rejas, prohibir, censurar, cerrar, arrinconar . El tema señores es otro y para no mirarlo y esquivarlo , ponemos estas lucecitas para que los vagos sean descubiertos cuando mean o defecan en los jardines, o ahora último se compran carpas para disimular su miseria y muchos pisan el palito y es más fácil dar comida a los perros callejeros que a un ser humano que huele a mierda y orín porque esta ciudad tiene lacras, lacras que no creo éste pueblo, sino del cual es víctima.
En fin esto no es solo en el barrio Yungay o Valparaíso, el Forestal, el Bellavista, es en todos los espacios, tapamos las miserias que ha creado el propio sistema culpando a los que han caído o acaso las drogas, el alcohol, el consumo lo ponen los pobres.
Entonces atentos a la denuncia ciudadana más consiente los señores y señoras alcaldes o intendentes, aprovechan estos argumentos para liquidar los espacios públicos.
Y vamos convirtiendo los barrios en pulcras calles, asépticas, en lo posible al estilo del metro de Santiago, con guardias armados y asesores de anden que vigilan y denuncias hasta al que toma una fotografías. Creemos paseos con comercio turístico y de consumo al estilo Cerro Alegre, Barrio Italia, o paseos costeros como la estacas de la Serena o un reloj de flores reluciente. Hagamos la cultura y el arte tipo mall como el Plaza Vespucio, el Espacio Riesco, movilstar Arenas así el roterio no entra y segregamos, asegurándonos de paso un buen negocio.
La violencia del estado se refleja en miles de formas y nos hacemos cómplices inconscientemente porque esa es la estrategia atomizarnos y dejar de ser comunidad, vecinos para ser congruentes y rascarnos individualmente con nuestras propias uñas sin importar a quienes agredimos o soslayamos.
Que distinto sería un Estado, una ciudad, un municipio formando parte de estas iniciativas ciudadanas. Donde se gestione la cultura y el barrio en acuerdo país y como ejemplo: provea de baños químicos y recipientes de basura en cada iniciativa acorde con la cantidad de participantes, donde en acuerdo con organizadores se ponga vigilancia, horarios de cierre de botillerías, control de venta de licores, etc. Sin embargo sabemos que se da lo contrario, traban, niegan permisos, y judicializan los conflictos ciudadanos.
Entonces lo definitivo y de fondo es hacer caso a los vecinos y cerrar espacios públicos, versus la cultura privatizada estilo Cafés Literarios, mega shows, estadio nacional, Quinta Vergara, es decir todo cerradito y cobrado. Ese es tema de fondo insisto, es mirar todo lo que huela a cultura ciudadana, de organizaciones populares como un estorbo, entonces no aportemos y dejemos que miles de jóvenes no tengan donde siquiera mear, que decir lo demás.
Falta educación dirán algunos, de cultura , acaso no es obvio. Eso es lo que genera este sistema.
Ante esto necesitamos otra manera de pensar y otro modelo para que no culpemos a las víctimas de lo que han hecho sus opresores.

Salvador Pastore