19 noviembre 2008

Vagabundos en las calles

Los mendigos
limpian con crema
su cuello
con papel nova
secan el sudor
seboso
del rostro.
En las ropas
ajadas
se huele
la miseria.
Ambos caminan
solos
y e la bolsa
plástica
del supermercado
llevan
los vestidos
de la vida.
Sollosa,
quizás
por hambre
puede también
por miedo
a los otros.
Los otros
nosotros
que evitamos
mirar
su negrura
su olor
a miseria
y damos unos pasos
evitando
los ojos
el contacto
para no ser
cómplices
o damos
unas monedas
para exculpar
nuestra
conciencia
y seguimos
camino al bar
tal ves
lea mis mejores
poemas
sobre la revolución
y nada,
nada
habrá
cambiado
fuera de mis ojos
y simplemente
querré
acostarme contigo
como
si las calles
fueran limpias
y mi cabeza
una mentira
mientras en la
plaza
dos mendigos
escarban
la vida
en un tacho
de basuras.

12 noviembre 2008

Estación o anden

Envías
la lluvia
con tus labios
y saben
a maqui.
Llegan
en el tren
fantasma
el que
recorre
recuerdos
y nostalgias.
En el acero
de sus ruedas
puse un beso
ardiente
una caricia
que agite
la osadía
de tu pecho.
Que sea
un volcán
una erupción.
Leo
en tus correos
como un
sagaz
calígrafo
entre las
palabras
lluvia - beso
hay conceptos
vocablos
de frio
y fuego
Entre
el agua
se asoma
la pasión.
Se acumulan
gritos,
jadeos
placer.
Y te quiero
morder
como
una cereza
en mi boca.
Veo tus
cartas
y las fotos
adjuntas
Y sentado
en el anden
espero.
Vienes
entre
cientos
y te descubro.
O estoy
entregando
mi boleto
al inspector.
Amo
las estaciones
Siempre
alguien
espera
Alguien
besa
a su amada
es nostalgia
de un amor
perdido.
Espero
sin prisa
en el anden.
Puedes
venir
con la
lluvia.
Puedo
esperarte
hasta el
amanecer.

Sebastian Acevedo

QUE NO SE VAYA DE NUESTRA MEMORIA SEBASTIÁN ACEVEDO El 9 de Noviembre de hace 25 años fueron detenidos Galo y Maria Candelaria Acevedo Saez, ambos hijos del obrero de la construcción Sebastián Acevedo Becerra.Los buscó el hombre con desesperación durante 2 días pero nadie le dio una respuesta, solo sabía que esos civiles no identificados que detenían a discreción, que entraban a las casas destruyendo todo a cualquiera hora del día o de la noche, que actuaban igual que las SS alemanas , eran miembros de la siniestra CNI y que cualquiera que caía en sus manos era sometido a crueles torturas y corría el riesgo cierto de pasar a engrosar las listas de detenidos desaparecidos o ajusticiados políticos. Sebastián buscaba y buscaba sin resultado, y a ratos constante y luego a intervalos podía sentir en su cuerpo cada golpe que recibían sus críos. Pasaron todas las horas del 10 de Noviembre y se fueron agarrotando sus miembros y la cabeza parece que le iba estallar, sin embargo se mantiene en pie buscando sin encontrar a sus hijos, que en poder de los chacales también han de estar desfallecientes. El 11 de Noviembre se fue acercando lentamente, tambaleando a veces producto de la falta de sueño, hacía el centro de la ciudad de Concepción, esperando encontrarse a cada vuelta de esquina con el cuartel secreto de la CNI. Ya había resuelto que patearía con furia la negra puerta de latón. - Mis hijos, mis hijos, deben aparecer mis hijos con vida, no importa lo que a mi pueda sucederme, pero a mis hijos les queda toda una vida por delante. Susurra, grita, llora. El fuerte viento se lleva las nubes blancas de noviembre y en espaciados períodos de tiempo deja ver el cielo azul, ese cielo azul que miran por última vez los ojos de Sebastián Acevedo, mientras sus ropas se van empapando del fuego que luego se hará llamas que cubrirán su cuerpo.La antorcha humana de la dignidad., el fuego sagrado encendido en defensa de los derechos humanos se va apagando lentamente y llegan aún los quejidos de Sebastián Acevedo Becerra a los oídos de todos quienes lo rodean atónitos, consternados, incapaces quizás de entender ese sublime acto de amor humano y fraterno. En las puertas de la iglesia donde se fue haciendo polvo y aceite Sebastián Acevedo, el padre que entregó la vida a cambio de la de sus hijos, hasta el día de hoy se mantiene el sello indeleble que dejara este hombre a las generaciones futuras.Por eso hoy, en que por vigésima quinta vez nos tocamos con ese 11 de Noviembre, pienso que debemos trabajar muy duro para que Sebastián Acevedo no se nos vaya de la memoria, por que ahí será cuando morirá definitivamente y eso no podemos permitirlo.